El 27 de octubre de 2010 estaba pre fijado como el día de un nuevo censo nacional para conocer cuántos somos y como vivimos.
Los análisis eran en base a lo que iba a ocurrir con ese trabajo, pero la mañana fue distinta, todos esperaban la llegada del o la censista, sin embargo una noticia sacudió al país, que azorado y sorprendido no salía de su asombro, había muerto el ex presidente Néstor Kirchner.
La salud no estaba al ciento por ciento en Kirchner, los médicos que lo atendieron en cada oportunidad de tener compromisos de salud, le recomendaban aminorar la intensidad de su vida militante, pero el ex presidente optó por el llamado de su sentimiento político y forzó quizá más de lo debido su cuerpo y siguió con el mismo ímpetu y fuerza de siempre, como un verdadero líder, que nadie podrá discutir.
Más allá de coincidencias y diferencias, murió una persona que antepuso la función política a su salud.
Salió al ruedo cuando el país estaba en llamas y nadie podrá decir que no se cargó Argentina para sacarlo del infierno como él mismo decía al asumir.
Queda el respeto a su persona, a sus aciertos y a sus errores, pero siempre con la convicción de hacerlo en favor de los argentinos.
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