Fuente: Luis Emilio Blanco / La Capital
lunes, 23 de septiembre de 2013
SAN JORGE: 60 AÑOS PARA LA ÚNICA FÁBRICA DE BOLITAS DEL PAÍS
Lecheritas, japonesas, grandes, chiquitas, oscuras o
transparentes; las bolitas y bolones fascinaron a generaciones de niños y aún
siguen vigentes a pesar de la TV, la "play" y todos los atractivos
que la mercadotecnia y la era digital le imponen al mundo infantil. ¿Quién no
se maravilló observando a contraluz una bolita tratando de dilucidar cómo
hicieron para meterle esas rayitas de colores adentro? ¿Cuántos recordarán sus
rodillas sucias de tierra tratando de hacer "opi" sin
"manete"?Los niños aún siguen jugando a las bolitas en los
recreos, en alguna plaza, en los barrios, con el mismo ímpetu y destreza de
antaño. Desde hace años las nuevas versiones de vidrio o acero perfeccionaron a
aquellas que se fabricaban con arcilla, cemento, yeso, mármol, porcelana, hueso
y hasta madera, pero no cambiaron la raíz del juego que desde el antiguo Egipto
formó parte del esquema lúdico de los niños del planeta.Pero... ¿de dónde salen las bolitas?. Quizás la respuesta
no sea tan sencilla para quienes aún no visitaron en San Jorge el
establecimiento Tinka, la primera fábrica de bolitas del país, que en su
momento ostentó el privilegio de ser la única en Sudamérica. Allí, aunque
también se utilizan con fines industriales y decorativos, se fabrican unas 400
mil bolitas diarias destinadas principalmente a los inquietos bolsillos de los
pequeños de una vasta parte del planeta.Todo comenzó a principios de 1953 cuando Víctor Hugo
Chiarlo y Domingo Vrech, empleados de la cristalería Saica de San Jorge, se
lanzaron a la aventura de iniciar su propio emprendimiento. Con la experiencia
ganada en la elaboración y manejo del cristal montaron la fábrica de bolitas de
vidrio con magro respaldo económico pero con la ilusión de lograr la
independencia laboral.La primera máquina, de fabricación artesanal, fue montada
gracias al financiamiento que lograron a través de un gerente de la legendaria
firma Manavella, ubicada en Entre Ríos y Córdoba en Rosario, y única fabricante
de bolitas de mármol en Sudamérica. El hombre les pidió muestras de las bolitas
y si lo convencían les daría el dinero para emplazar la planta y comprar
materia prima, a cambio de la producción de seis meses. La operación resultó
altamente exitosa para ambas partes y durante un año y medio continuaron
enviando bolitas exclusivamente a la casa rosarina. El primer envío partió de
San Jorge el 15 de octubre de 1953.Cuanto terminó la obligación con su primer comprador
comenzaron a buscar nuevos clientes y de ese modo se fueron extendiendo a todas
las provincias. En 1956 Vrech se retiró de la sociedad e ingresó Ricardo
Reinero. En 1960 se sumó Angel Chiarlo, hermano menor de Víctor. En 1993
falleció Ricardo e ingresó en su lugar su hijo Juan. Dos años después la
empresa adquirió una máquina taiwanesa que permitió aumentar la producción.
Luego compraron otra para fabricar bolones y ahora evalúan ampliar la fábrica.Durante muchos años la empresa sufrió el vapuleo de la
economía argentina y el irreparable efecto de la liberación de las fronteras
para juguetes importados. "Era imposible competir y en la época de paridad cambiaría tuvimos períodos en los que no hubo venta y la fábrica debió
parar", contó a este diario Adrián Ñañez, sucesor de Víctor Chiarlo y
encargado de la administración, quien ahora se mostró contento con las nuevas
políticas de protección industrial. "No es que los importadores tengan
prohibido ingresar bolitas al país. Las traen, pero no en la escala en que lo
hacían antes. Hay un equilibrio que permite trabajar", enfatizó.Actualmente dos viajantes y uno de los sucesores de la
empresa se ocupan de las ventas. Nueve trabajadores se encargan del
funcionamiento del horno, la administración del vidrio y los minerales, la
clasificación, el control de calidad y el envasado de bolitas y bolones.
También colaboran familiares en el sector de administración y para la guiada de
los niños y contingentes que visitan las instalaciones.Para Ñañez, "hay una conjunción de factores que
marcaron un repunte en la demanda por parte de los niños", en clara
contradicción con el memorable cuento de Alejandro Dolina "La decadencia
de la bolita". "La identidad de los fabricantes de bolitas es un
enigma. Nunca hubo marcas, ni envases ni publicidad. Algo muy raro debe haber
en todo esto", declamó Dolina. Pero ese concepto también cayó en saco roto
porque los que fabrican dan la cara. Incluso colaboran con la provisión de
bolitas en los certámenes anuales, que se organizan una vez en cada provincia,
de la Asociación para Campeonatos de Bolitas Argentinos (Acba) y con todos los
proyectos que pugnan por volver a interesar a los niños en los juegos
tradicionales.
Fuente: Luis Emilio Blanco / La Capital
Fuente: Luis Emilio Blanco / La Capital
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